martes, 5 de julio de 2011

El legado de Oscar Wilde revive en las tablas

Txt Leando Palazzo @leandropalazzo
La obra teatral O W de Julio Ordano es una excusa fantástica para hablar del emblemático escritor irlandés Oscar Wilde (1854-1900). Su vínculo con la sociedad, a través de su arte literario, enmarca un pensamiento visionario para un siglo XIX, culturalmente dominado por el canon victoriano. Prejuicios, creencias, aristocracia, moral inglesa y demás principios que enarbolaban la figura de la reina Victoria (1837-1901) y condenaban a los distintos, son tratados a lo largo de la representación.
El director reconstruye en esta pieza (sábados y domingos a las 19 en el Actors Studio, avenida Díaz Vélez 3842) el juicio en donde Oscar Wilde fue encontrado culpable de Sodomía y condenado a dos años de trabajos forzosos. Seis actores permanentemente en escena relatan la historia que nace a partir de la denuncia del Marqués Douglas, padre del joven amante de Wilde, Alfred Douglas.
Un riguroso jurado es testigo del violento interrogatorio con el que se lo acusa al autor de magnificas obras como El retrato de Dorian Grey, El fantasma de Canterville, El crimen de lord Arthur Saville, Salomé, entre otras. Oscar Wilde debe escuchar desde el banquillo las injurias que le enumera la corte, con la autoridad moral que imperaba en aquella sociedad conservadora, simplemente por su condición de homosexual.











Alentado por la idea de desenmascarar la sobresaliente hipocresía, Wilde debe defender sus convicciones y enfrentar la descalificación constante que le dictamina el tribunal a sus escritos. En la voz de la justicia cada fragmento de sus obras suena como absurdas frases poéticas o lo que ellos mismos denominan “alardear de sodomía”. Sin embargo, contienen un enorme significado artístico que actualmente es reconocido a nivel mundial, pese a que todavía existe un resquemor por estos temas. “Sólo busco la belleza”, repite incansablemente el escritor, encarnado por el actor Enrique Papatino.
Oscar Wilde responde a las acusaciones sobre su vida privada por su importante rol en la sociedad, pero éste se basa en el rotundo éxito literario, algo que él aborrece profundamente. Considera que el éxito no debe ser el objetivo anhelado por los artistas, sino que antes hay otras cosas más importantes, como el fracaso. Pondera a la juventud, por sobre la experiencia, desconfía de aquellos que coinciden con su visión, ama la belleza y lo plasma en sus obras. Pero todo esto claramente no puede ser comprendido por la sociedad que finalmente lo condena.
“La vida no puede escribirse, solo puede vivirse”, deja expreso Wilde, de esta forma se despega de su grandiosa obra. Paradójicamente, el castigo le llega por sus escritos, como si él mismo narrara cada suceso de su intimidad. El motivo que desencadena la resolución del proceso legal es el legado que deja el escritor a la juventud, la forma de ver la cotidianeidad de una época con una mirada diferente. Algo que no puede ser comprendido a fines del siglo XIX, pero Wilde confía en que el tiempo lo logrará enseñar.
















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