martes, 2 de julio de 2013

Entre todos

Natalia Chami y Romina Bulacio Sak estrenan “Usted Está Aquí” en Ciudad Cultural Konex, una invitación a salir del rol de espectador tradicional y probar a ser actores, aunque sea por un rato.

Txt. Paloma Portnoy

La demanda de participación se escucha por todos lados, especialmente en el teatro. Se le pide al público que se involucre, que complete los significados de la obra, que haga otra cosa además de quedarse sentado mirando. “Usted Está Aquí” podría ser una más de estas propuestas pero no es el caso. El proyecto de Natalia Chami y Romina Bulacio Sak le da una vuelta de tuerca a estas ideas y, aunque la demanda de participación está -¡y cómo!-, es el planteo clásico de espectador lo que no le calza bien. Nadie está contemplando algo que tiene lugar a cierta distancia ni nadie se sienta a apreciar lo que hacen otros. Durante setenta minutos  aquellos que compraron su entrada van a poner el cuerpo para que la acción ocurra: van a vivir una experiencia.  


Una azafata les da la bienvenida al vuelo a los participantes y los invita a embarcar. El viaje se desarrolla en las instalaciones de Ciudad Cultural Konex y a lo largo del trayecto las personas recorren los distintos espacios del centro cultural ambientados según la historia que se quiera contar. Atraviesan diferentes realidades-algunas más familiares y otras menos- donde tienen un rol más que activo, son los protagonistas de ese aquí y ahora. Cada uno entra y sale de un personaje según lo que demande el momento: decir unas líneas improvisadas, cantar y hasta bailar. Las intensidades de cada situación son muy variadas y casi no habrá momentos de transición entre una y otra. Este choque que se da al moverse de un universo a otro totalmente inverosímil con el anterior produce un efecto de sorpresa y de extrañeza que, lejos de desorientar o incomodar, hace que los sketches sean divertidos y que se escuchen risas durante todo el espectáculo. Hasta el mínimo detalle está cuidado para que los actuales intérpretes se diviertan en su nuevo rol y la pasen bien mientras juegan a ser un otro y experimentan con las infinitas maneras de influir sobre la obra. La premisa básica es estar predispuesto a responder al entorno de la manera que más le guste y que mejor le venga al cuerpo de cada uno.

Nadie se queda afuera de lo que está pasando y todos puede explorar sus dotes de actor componiendo la escena. Para esto tienen que dejarse llevar, salir de su zona de confort habitual y seguir esta variación de los libros “elige tu propia aventura”: el visitante no decide sobre el destino pero la realidad que lo espera es siempre cambiante y se modifica según cómo actúe. A no desesperar aquellos a los que no les gusta la exposición porque no se trata de ser el centro y que el resto de los espectadores lo mire ni es un truco de magia donde alguien tiene que colaborar con el mago y hacer lo que le piden. Lo que vaya a acontecer se arma entre los allí presentes: el que quiere tener más protagonismo puede, y el que no, también.

Hasta acá se puede contar. Cada función es una experiencia singular e irrepetible y requiere de un pacto tácito de confidencialidad y complicidad entre los participantes respecto a lo que sucede en el interior. Si se cuenta exactamente qué ocurre se pierde el efecto que genera lo nuevo, y la sorpresa que produce el misterio y el no saber. Lo único que queda es confiar en el boca a boca que dice “tenés que ir” y entregarse a participar.

Todos los martes y miércoles de julio, agosto y septiembre a las 20.00, 20.30, 21.00 y 21.30 en Ciudad Cultural Konez (Sarmiento 3131)

Entrada: $80 (descuento con Club La Nación y Pasarla Bien) 

miércoles, 22 de mayo de 2013

Siete colchones: Invención de la intimidad

Sueños y cartas que atraviesan el océano en la nueva obra de Bárbara Echevarría.

Txt. Javier Garat

Cuando comienza la obra –comenzar es un decir: sin principio ni fin, la obra está ahí cuando se llega y sigue allí cuando se la abandona- un hombre algo estrambótico invita a los participantes a conocer sus sueños. Son muchos, siete, y cada uno sucede en uno de los colchones que colman las superficies de un gran galpón vacío. En una esquina en las penumbras un hombre de sobretodo y gorro de lana, ordena y reordena bidones asépticos con la concentración de un ajedrecista. Más allá, un joven rodeado con desorden y vajilla sucia, busca desesperadamente levantarse de la cama sin lograrlo. En otro punto del gran espacio vacío que alberga los sueños posibles e imposibles de aquel muchacho, una niña maldita se desvive entre lágrimas, gritos y siniestros amigos invisibles. Recorridos posibles hay muchos: cada uno propone el suyo recostado, espiando de cerca o de lejos o inclinado para encontrar las palabras que los personajes ensayan en sus sueños. 
Siete colchones es la continuación de un proyecto dirigido por Bárbara Echevarría en el cual un grupo de escritores argentinos coordinado por Sol Echevarría escribieron cartas con instrucciones simples para intervenir un colchón. “La primera parte de esta experiencia que se llamó Invención de la intimidad fue realizada en Austria -durante una residencia artística en la que participé en septiembre del 2012- en una antigua refinería de sal. Los textos con los que trabajaron los actores fueron las cartas de Buenos Aires”, explica la directora. Siete colchones es, entonces, el recorrido inverso. Siete artistas enviaron desde Hallein (Austria) instrucciones a siete actores de Buenos Aires  para que cada uno intervenga un colchón. “Es una propuesta que incluye etapas que se desarrollan en distintas ciudades, artistas que no se conocen entre sí pero trabajan uno sobre la propuesta de otro. Todo eso le da a la obra un vuelo diferente. Se crea algo muy intenso en la yuxtaposición de momentos, artistas, procesos creativos”, sugiere Bárbara

.El resultado es una experiencia íntima a la vez que exhibicionista. En esta clase de teatro íntimo -donde antes que el ojo que todo lo mira escondido en las tinieblas, el espectador es una pieza más en la obra- se abre la posibilidad del intercambio persona-persona con el actor pero a la vez, este acto se realiza ante los ojos voyeuristas de quien quiera espiar. Esto deja al espectador en un lugar algo corrido, extraño, y lo obliga a replantear su lugar en la experiencia teatral. “Estoy sorprendida con la intensidad de la función acá. Me encontré con espectadores ansiosos por un lugar en la ficción del colchón. Espectadores que intervienen a los actores y que participan en las escenas planteadas. Es muy interesante el clima que se crea durante la performance, se convierte en un espacio diferente al que normalmente propone el relato dramático”, comenta Bárbara luego de la primera de solo cuatro funciones. Múltiples y contradictorias son las sensaciones que se despiertan en el espectador al verse en una situación poco segura e inesperada. Hay quien se suelta más y también quien no logra romper la parálisis. En cualquier caso, la experiencia pone de manifiesto las convenciones que todos acordamos tácitamente al asistir al teatro.
Otro punto interesante y (des)estructurante de la obra es su no-linealidad. En lugar de una historia, un relato, lo que hay es una serie de performances simultáneas en loop. El espectador puede recorrer como le plazca las diferentes historias y sus lógicas dispares. Puede, si eso lo tranquiliza, perderse en la música. Entrar, salir, recostarse, intercambiar con otros espectadores devenidos en performers espontáneos, todo está permitido porque no hay más relato que el que cada uno construye para sí.
En el centro de la sala duerme el joven que abrió sus sueños y participó a los asistentes. Rodeado de relojes despertadores varios, él sueña. Cada vez que despierte contará una historia. Cada vez que despierte hablará una lengua diferente y se sacará uno de los tantos pares de medias que cubren sus pies. Cada vez que despierte, quien lo mire a los ojos ya no podrá correr su mirada hasta que el joven termine la historia y vuelva a dormir.

Jueves 23 y 30 de mayo a las 22.30 en Abasto Social Club, Yatay 666.
Entradas 35 pesos.



jueves, 16 de mayo de 2013

Absurdo al natural


Últimas funciones de Puro Bla Bla en La Casona del Teatro

Txt. Andrés Kilstein 

En el célebre sketch de Flying Circus de los Monty Python, un hombre muy alto y de traje avanza por la calle alternando pasos esperpénticos, sinuosos y agitados, una marcha ajena a cualquier especie inscripta en el género humano, pero que el actor desarrolla con total naturalidad. Luego, este señor de tan bizarro caminar ingresa a un edificio y rápidamente un zoom in sobre una placa de bronce permite al televidente saber de qué edificio se trata: the Ministery of Silly Walks. La risa está asegurada.

Los Bla bla, un grupo de humor (estilo sketch) supervisado artísticamente por Guillermo Angelelli, parece recuperar aquél espíritu de naturalización del absurdo. Pero no sólo se percibe la referencia a los lisérgicos ingleses en el tono, sino en los gestos, en esas caras y aspectos que son llevados al valor máximo de extrañamiento, para representar un verdadero carnaval de lo grotesco desfigurado. Contribuye a la riqueza del espectáculo despliegues físicos (no el humor físico de la comedia de slapsticks, pero sí incursiones en el break dance y la danza clásica con un efecto verdaderamente gracioso) y musicales, habilidades con las que varios de los integrantes del grupo han sido dotados.

Llama la atención la versatilidad de los performadores, su familiaridad y conocimiento de los códigos de sub-géneros artísticos (como la obra expresionista alemana, estilo Murnau o Lang, o el show televisivo americano) que les facilita una parodia certera y detallista. Amén de su capacidad de hacer comedia evitando en gran medida (aunque tampoco extirpando completamente) el lugar común del lenguaje insultante, sexual o escatológico en que suelen incurrir la mayoría de los espectáculos teatrales del género.

Tiene muchos buenos momentos, y quizá el momento más bajo se encuentre en el abuso del estereotipo en uno o dos personajes cuando se intenta transmitir un mensaje crítico o de conciencia ideológica, que, cuanto más explícito asoma, más redundante se vuelve.

Integran Los bla bla Manuel Fanego, Sebastián Godoy, Pablo Fusco, Julián Lucero y Martín Lopez Carzolio; con Matias Bassi como invitado estable. A esta banda de actores se suma el músico Sebastián Furman.

Todos los viernes de mayo a la medianoche en La Casona del Teatro, Corrientes 1975.
Entradas $50.

jueves, 2 de mayo de 2013

Drama adentro de un pequeño gabinete

Teatro para un espectador  en Timbre 4

Txt Andrés Kilstein @nofumarx

El teatro es una experiencia que un espectador comparte con los restantes espectadores. De esta manera, la interpelación de los actores, su peculiar denuncia dirigida al público, es amortiguada y manipulada por los concurrentes en lo que tienen de reducida multitud. ¿Qué pasa cuando se deja a un espectador aislado frente a una pieza actoral? Y no sólo aislado sino también físicamente constreñido, en un ambiente con el que no está familirizado, un hábitat que escapa a su experiencia previa como espectador. Esta es la apuesta de “Gabinete, B.A., teatro para un espectador” y su pieza de menos de 6 minutos de duración “01 – Epicentro (Opera Prima)”, a la que el espectador debe asistir en soledad, en el interior de una estructura de 2,70 metros de largo por 1,57 de alto y 1 metro de ancho, que en poco difiere de un armario. 

El extrañamiento ante la inusual experiencia, la singularidad de los actores representando exclusivamente para un individuo muchas veces se interponen en la apreciación profunda de la historia narrada. Es decir, por momentos la atención absorta en el formato tiene dificultades para posarse sobre el contenido dramático en sí mismo. 


La obra empieza mucho antes de empezar; en el corredor de la sala Timbre 4, donde un actor uniformado para la circunstancia lee de manera también personalizada un fragmento de un manual de buenas costumbres. Se trata del apartado dedicado a los modales en el teatro, que posteriormente el espectador descubre data del año 1853. Con esta introducción, y una vez que el gabinete se vacía de su presencia anterior, el espectador es acompañado al dispositivo para el disfrute del micro-espectáculo, advertido de que la función concluye sólo cuando de afuera abren la puerta de madera. 


El ingreso al gabinete, en la más espesa de las penumbras, está cargado de incertidumbre y de una cuota de temor a lo desconocido, de imágenes del acervo colectivo sobre el secuestro y la restricción de la libertad. A los pocos segundos el actor, posado enfrente sin que el espectador pueda intuirlo, y a través de una suerte de ventana sobre una placa de madera, prende una luz y comienza el show. Posteriormente también sorprenderá la aparición de otra actriz (que siempre estuvo allí) atrás del primero, sumándose a la puesta en escena desde el fondo del receptáculo. 


El argumento conduce a otro teatro: uno de incomparables dimensiones, donde un músico de una orquesta se queda dormido durante el desarrollo de una ópera. Se despierta jadeante y relata sus desvelos: el amor nunca alcanzado por aquella mujer que asomaría a su espalda. Y luego la imposible reflexión sobre su lugar como creador, con la que se sitúa, en su mente agitada, a la par del Dios creador. 



El formato gabinete, con todo lo que tiene de extravagante, es una novedad en Argentina pero lleva más de tres años en Chile. Allí fue creado a comienzos del 2010 por Leonardo Medel. Al momento se han desarrollado más de 40 obras con esta modalidad, para finalmente desembarcar en la Argentina de la mano de Felipe Rubio Morales, el primer director chileno en estrenar el formato fuera de su país. 



Es una experiencia interesante, tanto más por lo que tiene de experiencia (por su sorpresa, por su inquietud) que por el hecho actoral en sí mismo. Por supuesto, es difícil imaginar cómo se podría entregar más en un tiempo tan breve y un espacio tan reducido.

martes, 22 de enero de 2013

Sin conchero

Agenda de teatro para el verano porteño.

La colección

Cuando el enorme Agustin Alezzo viene en combo con el ganador del Nobel de Literatura 2005, el inglés Harold Pinter, parece no haber margen de error. Esa es la propuesta de esta obra que se presenta todos los viernes y sábados en El camarín de las musas y cuyo eje ronda la incomunicación cotidiana entre los seres humanos. En tiempos de Facebook y Twitter, este drama de Pinter escrito en 1960, indaga en la hipocresía, los prejuicios sociales, la intimidad y las apariencias. Una yapa: Alezzo da revancha y este año repone la gran Jettatore en el Teatro Nacional Cervantes a partir del 28 de febrero.
El Camarín de las Musas, Mario Bravo 960, viernes a las 21 y sábados a las 22.30. Entradas a $70 y para estudiantes y jubilados a $50.
Vago
Resulta que ese misterioso mundo del Conurbano bonaerense de fines de los noventa no sólo es fetiche de los directores del nuevo cine argentino. Vago, escrita y dirigida por Yoska Lázaro, es una puesta del grupo de teatro A tres velas que desarrolla las estrategias de supervivencia en una época en que las políticas menemistas hicieron de la expulsión y la marginalidad una moneda corriente.
Teatro El Abasto, Humahuaca 3549, sábados a las 21.Entrada general: $60.



Sabor a miel

Estrenada por primera vez en Buenos Aires en 1974 en el Multiteatro (en aquel momento el Teatro Blanca Podestá), con un elenco encabezado por Soledad Silveyra, esta vez Sabor a miel vuelve con la dirección de Lizardo Laphitz. Cuenta la historia de una madre, que vive en la pobreza junto a su hija, dispuesta a buscar un candidato joven y con plata para salvarse. Con esa trama, la autora inglesa Shelagh Delaney analiza con humor el tema de los prejuicios, la discriminación y el desamparo.
Teatro El duende, Araoz 1469, viernes y sábados a las 21.30 y domingos a las 19. Entrada general: $70, para jubilados y estudiantes a $45.



El viajante y la maldita voz

Autodefinido como un unipersonal tragicómico, este espectáculo de Eduardo Segundo muestra la historia de un actor alienado que viaja por el mundo haciendo castings hasta que llega al más extraño de todos. Con una voz que misteriosamente sabe todo sobre él, se ve atrapado en una audición interminable y absurda.
Espacio Cultural Urbano, Acevedo 460, viernes a las 21. Entradas: $30.



Travelling

Gerardo Hochman lleva una de sus acrobáticas puestas con doce actores en escena al bello espacio de Boedo. El nombre de la obra es la excusa para crear esa sensación de “estar viajando” a través de este recurso cinematográfico que ofrece una toma constante en movimiento. Mezcla de acrobacia tradicional con herramientas tecnológicas, Travelling propone una experiencia performática de esas que sólo quienes vieron los espectáculos del director de la escuela de circo La Arena saben lo mucho que se disfrutan.
Timbre 4, México 3554, sábados a las 23.30 y domingos a las 20.30. Entradas desde $50 (hay descuento con Club La Nación y siguen con la promoción sub 28).







martes, 27 de noviembre de 2012

Personal trainer


 El stand up es tema de debate y genera amores y odios. Leo Camiser cuenta qué implica ser standupero, qué hacer si el público no se ríe y por qué piensa que el género se puso tan de moda en estos últimos años.

Txt María Eugenia Mastropablo

No es gracioso. Dice las cosas con gracia, que es diferente. Esta es la frase ideal para presentar a Leo Camiser un, como se dice en la jerga del ambiente, standupero que destaca entre los cientos por el valor agregado que le adicionó a sus shows: canciones. Además, actualmente, está produciendo, actuando y haciendo la música de Necesito un tiempo, su primera serie online.

Camiser cuenta que una persona “nace con ciertas características de su personalidad, de su forma de ser”  para hacer stand up “como la rapidez mental y la capacidad de observación” pero que, después, “uno se forma como comediante con el estudio, la práctica y la experiencia”. “Hay personas que porque son graciosas dentro de un grupo de amigos piensan que pueden subirse a un escenario y hacer reír. Ser un comediante no es sólo contar cosas de tu vida. No estoy de acuerdo con los que dicen que el stand up es una forma de hacer terapia, como así que como los que dicen que ir al gimnasio es una forma de hacer terapia. Yo creo que son complementos que pueden funcionar pero que hay que ir psicólogo. Yo soy de los que piensan que hay que cuestionar no sólo sacar a fuera”, sentencia. 

¿Qué pasa si el público no se ríe?

Te diría que casi nunca me pasó. En alguna función tuve el público que se ríe para adentro, queda más lindo decirlo así. En esos casos uno se tiene que plantar en el escenario y hacer su rutina igual. Hay una sensación cuando la gente no se ríe, o te está yendo mal, de que uno se quiere sacar el texto de encima para irse del escenario. Pero tenés que bancártela y ser inteligente, tener la capacidad para decir: “Bueno, esto así no está funcionando, ¿por dónde puedo ir?”. También hay recursos, que se aprenden con la práctica, para captar al público, hay que generar interés. El principio y el final tienen que ser bien power. Básicamente, si la gente no se ríe es bancártela y no salir corriendo. Si tenés poco material te la aguantás e intentás seguir para adelante para ver si alguno se prende. Y si tenés la posibilidad, porque sos más avanzado, de tener más material, cambiás un par de cajones de lugar, te armás de nuevo y retomás. Cuando termina el show, hacés tu autocrítica para ver en qué fallaste. A veces puede ser que justo te tocó gente ortiva, o puede ser una combinación, que uno salió medio acelerado o que no se conectó con su material. Al no ser un chiste, vos acá tenés que conectarte con lo que estás diciendo.

El stand up fue importado de Estados Unidos y ni bien arribó a la Argentina, a partir del 2002, se puso de moda. A pesar de esto, Camiser asegura que “el stand up también es conocido como monólogo de humor y los monólogos existen desde hace millones de años, acá tenés a Antonio Gasalla, Enrique Pinti y Tato Bores”. “Quizás la diferencia es que en Argentina los monólogos históricamente tenían un tinte político y eran más en forma de relato. El stand up tiene una estructura de armado de chiste, de premisa y remate. No podés estar más de dos minutos contando algo sin que haya un remato o algo gracioso. En el monólogo te podés dar el lujo de que haya un relato”, agrega.

Vos también hiciste teatro, ¿qué diferencias encontrás con el stand up?

Siempre hubo una disputa histórica entre el teatro y el stand up, es la misma disputa entre el profe de Educación Física y el personal trainner. El profe de Educación Física estudia 4 o 6 años y el personal trainner hace un curso de un año. Hay un debate histórico entre el standupero, que es un pibe que estudió un año y que se sube a un escenario, y el actor, que quizás la viene remando hace 6 años estudiando y está en el under, sin desmerecer, haciendo una obra para los amigos y que una persona que estudia un año está en el Paseo La Plaza  con su show a sala llena. Esa disputa creo que va a estar siempre. Creo que hay que mirarlo como algo más integral, como un complemento. Yo en mi monólogo también hago la interpretación de mi texto y trato de diferenciarme. Hay gente que te cuenta la situación, yo lo que intento es generar esa situación. El stadaupero debe formarse también como actor para poder explotar su potencial al máximo,  todo está guionado pero la idea es que salga lo más natural posible, que parezca como la primera vez que lo decís. Entonces para eso tiene que estar bien interpretado. Lo importante no es ser gracioso, sino decir las cosas con gracia,

¿Cuál es la diferencia?

Yo no sé contar chistes. Pero sí con los años uno va encontrando un estado de gracia y el cómo  dice las cosas, de una manera graciosa. Lo que causa gracia no es lo que estoy diciendo sino cómo lo estoy diciendo, las caras que pongo, la manera en que lo interpreto. Puede que el stand up haya tenido tanto recibimiento en el público por hablar de anécdotas de personas comunes y corrientes inmersas en un mundo que cada vez incita más a mostrar y contar la intimidad. Creo que el stand up se puso tan de moda porque habla de lo que nos pasa a todos. La gente se siente identificada porque ve que no es la única a la que le pasan ciertas cosas. Pienso que a partir de desdramatizar los problemas que pasan a diario y, por un rato, olvidarse o, al revés, recordarlos pero de manera graciosa, las personas se sienten mejor. La clave está en que la gente se siente identificada y quiera pasarla bien, siempre a un bajo precio.

martes, 20 de noviembre de 2012

Los recovecos de la locura


Diego Rinaldi estrenará una obra que desnuda el lado oculto de la insania. 
Txt Lucía Levy
Diego Rinaldi es actor, productor de teatro y docente. Actualmente está trabajando en la obra de José María Muscari,Tres Mitades, cuyos protagonistas son Moria Casán, Sofía Gala y Mario Pasik. Interesado por el oscuro mundo de la locura y los sueños, Rinaldi se embarcó en una aventura que estrenará el 22 de noviembre. “Proclamas Compulsivas” se llama la obra, y sólo se podrá ver en sus 4 únicas funciones: jueves 22, domingo 25, jueves 29 de noviembre y domingo 2 de diciembre. Antes de su estreno, habló con Cultra.
¿De qué se trata el proyecto que estrenan el 22 de noviembre?
A comienzo de este año sentí la necesidad de generar un espacio de entrenamiento para alumnos que ya hayan tenido un recorrido conmigo, así fue como convoqué y arme el grupo. A partir de ahí se formó un espacio de entrenamiento actoral, disfrute, reflexión e investigación escénica de los materiales utilizados. Esto permite la apertura hacia una poética personal de los participantes en donde cada integrante fue diseñando su propio recorrido y creación trabajando sobre textos universales y diferentes situaciones que le permiten transitar y explorar en su mundo interno. 
¿Por qué elegiste hacer este proyecto?
Hace un tiempo que me viene dando vueltas la idea de indagar sobre la locura y los sueños y así fue como aparecieron los primeros textos con los que  comenzamos a trabajar: “La vida es sueño” de Calderón de la Barca y “Marat Sade” de Peter Weiss. A esto se sumó un profundo trabajo de investigación sobre los sueños y la locura, sobre las obsesiones y los trastornos compulsivos, lo que nos fue llevando a darnos cuenta de qué es la revolución hoy y cómo hacerla en tiempos donde ya no hay utopías ni líderes fuertes, tampoco hay referentes. Ahora existe una rutina mas anónima e individual, una lucha por pertenecer y no unas ganas como en tiempos de Marat de cambiar al mundo. Mientras los que mueren son seres anónimos, veremos al verdugo derramar sangre.

 ¿Qué tiene de especial Marat Sade? ¿Qué fue lo que te conmovió?
La obra toma algunos textos de la genial obra de Weiss así como de Juana de Arco, Calderón y Macbeth para utilizarlos como voces y agitaciones de un grupo de personas. Es una obra coral compuesta por una especie de masa movediza en tonos grises que toca temas como la religión, el futuro de la revolución o la finalidad de la vida y la muerte. Allí  hace gala de su escepticismo,  de una naturaleza totalmente indiferente ante la muerte de los hombres, quienes al llegar al fin de sus días hunden su decrepitud en el estiércol de la tierra. No hay futuro, sólo decadencia, pero sí las ganas de que algún día el hombre viva consigo en paz y los demás. La puesta es austera, monocromática apenas manchada por las luces. Tiene una estética expresionista en los maquillajes y peinados. Lo demás es realizado por las voces y los gestos delirantes de cada integrante, la acción es marcada por un coro de tres mujeres que rompen y enmarcan lo monocromático con sus cuerpos delineados en negro y sus voces que cantan en vivo aquellas canciones que nos guían a lo largo de la representación.
Proclamas compulsivas, se podrá ver en sus cuatro únicas funciones jueves 22, domingo 25, jueves 29 de noviembre y domingo 2 de diciembre, a las 21 en Juan Domingo Perón 1926.
Ficha Técnica:
Dramaturgia y Dirección: Diego Rinaldi 
Asistencia y producción: Martín G. Márquez 
Elenco: Alan Barceló, Agustina Bernadette Monicault, Iván Candia, Bárbara Fernández, Agustina Gaitán, Nicolás Gil Paricio, Ana María Gioria, Rodrigo González, Paula Mazuera, Lara Morales, Bárbara Pombo, Emilia Szychowski, Carola Vega y Andrés Villa.