jueves, 12 de abril de 2012

“Necesitaba contar una historia en la que el desaparecido dejara de ser un marciano”


Entrevista con Tamara Kiper, directora y dramaturga de Guardapolvos

Txt. Emilia Erbetta

Ph. Giampaolo Samá
Cuando habla, Tamara Kiper no es de esas personas que despacha una palabra tras otra. Su discurso avanza, la narración toma forma y de repente se detiene. Un recuerdo o una palabra imposible la dejan callada. “La escritura te da una libertad tan intensa y tan profunda, que a mi me es más fácil escribir que hablar”, reconoce esta actriz que el año pasado debutó en la dirección con Guardapolvos, su primera obra, donde intenta juntar los pedacitos de la historia familiar tras la desaparición forzada de su papá, el médico Luis Saúl Kiper, el 30 de julio de 1977.

¿Desde cuándo tenías a Guardapolvos en la cabeza?
Yo desde siempre supe que mi lugar para hacer algo con el tema era el teatro, porque es donde yo me siento en casa, donde me gusta estar. Pero no tenía a la obra en mente, ni muchos años atrás me hubiera imaginado que iba a escribir la obra que escribí.

¿Por qué?
Por muchas razones, y una fundamental es el momento en que Néstor Kirchner bajó el cuadro de Videla en el Colegio Militar. Eso a mi me generó un movimiento interno muy contundente y es algo que nunca hubiera pensado que me iba a pasar. A partir de ese momento y gracias a todo lo que vino después ahora el tema está abierto en la sociedad y eso me dio mucha libertad para poder empezar a pensar en hacer una obra sobre el tema de la desaparición de mi papá, jugando mucho con la infancia.

¿Por qué elegiste pararte en ese lugar? 

Hay algo del mundo de la infancia que tiene que ver con una pureza, con una capacidad de percibir todo no desde el intelecto sino desde lo sensorial. Siempre fue un mundo que me interesó mucho investigar y esto no es casual, porque cuando se lo llevaron a mi papá yo tenía 3 años, mi hermana tenía 12 y mi hermano 9. Yo había trabajado mucho tiempo el tema de la infancia y después me di cuenta de que eran escenas de la obra, que entraban perfecto y que tenían con ver con sustos, con juegos. Guardapolvos está hecha de todos los pedacitos, de recuerdos y de anécdotas de la familia acerca de mi papá, de nuestras búsquedas, de la primera vez que fuimos a ver a los antropólogos forenses y lo que esto generó en el núcleo familiar. Porque son vivencias que uno no está acostumbrado a atravesar en familia y que cuando suceden, tiembla todo. Y la obra cuenta un poco eso porque yo tenía una necesidad muy grande de hablar de lo humano y yendo a lo particular.

¿Qué querías contar?
En primer lugar quería hablar de mi papá, de que era quién era por las cosas que pensaba, por la profesión que amaba, por las cosas que le gustaban. También quería hablar de lo que pasa adentro de una casa que es atravesada por una desaparición forzada. Me interesaba entrar en una zona más humana, mostrar que lso desaparecidos eran personas que vivían, que trabajaban.

¿A qué se debe la elección de un elenco completamente femenino?
El proyecto empezó con dos grupos de mujeres que se me acercaron para hacer una obra, con una semana de diferencia. Entonces empezó un proceso separado, empezamos a investigar, había un monólogo que yo había escrito sobre una mujer que busca casi obsesivamente mantener blancos unos guardapolvos y se va haciendo preguntas. Ese fue el punto de partida con uno de los grupos. La idea era entrar un poco en esa lógica de cuando no tenés respuestas, de cuando hay tantos agujeros y tenes miles de preguntas y buscas en la oscuridad y no encontrás nada. Como veía que el trabajo se juntaba uní los dos grupos, decidí que la obra era esa, terminé de escribirla y en un momento me pregunté si ponía a mi hermano varón o a mi tío, pero preferí tomar una distancia, me daba miedo que si era todo tal cual no iba a poder separarme objetivamente a nivel escritura, así que fue más que nada una precaución. 
  
¿Cómo se pone en juego la historia familiar cuando se toca un tema que es a la vez público y privado?
Para las escenas que tienen que ver directamente con la desaparición hice un ejercicio donde elegía ciertas palabras que si o si tenían que estar, como radiografía, que es el pedido que te hacen los antropólogos forenses, algo muy concreto y a la vez imposible. Ese fue el trabajo más difícil porque yo no quería hacer una bajada de línea, no quería perder todo eso que tiene que ver con la intimidad.

¿Creés que porque hoy hay justicia está habilitado el espacio para meterse con las historias más particulares?
Si, yo no quería hablar sobre la dictadura en general, porque ya hay gente que lo hace muy bien. En cambio, necesitaba contar una historia en la que el desaparecido dejara de ser un marciano, un superhéroe o un villano. Quería mostrar que eran seres humanos, que tomaban el colectivo, que tenían hijos.


Todos los lunes a las 21 horas en Timbre 4, México3554. Entradas a 40 pesos.


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