Entrevista con
Tamara Kiper, directora y dramaturga de Guardapolvos
Txt. Emilia
Erbetta
Ph. Giampaolo Samá |
Cuando habla, Tamara Kiper no es de esas personas que despacha una
palabra tras otra. Su discurso avanza, la narración toma forma y de
repente se detiene. Un recuerdo o una palabra imposible la dejan
callada. “La escritura te da
una libertad tan intensa y tan profunda, que a mi me es más fácil
escribir que hablar”, reconoce esta actriz que el año
pasado debutó en la dirección con Guardapolvos, su
primera obra, donde intenta juntar los pedacitos de la historia
familiar tras la desaparición forzada de su papá, el médico Luis Saúl Kiper, el 30 de julio de 1977.
¿Desde cuándo tenías a Guardapolvos en la cabeza?
Yo desde siempre supe que mi lugar para hacer algo con el tema era el
teatro, porque es donde yo me siento en casa, donde me gusta estar.
Pero no tenía a la obra en mente, ni muchos años atrás me hubiera
imaginado que iba a escribir la obra que escribí.
¿Por qué?
Por muchas razones, y una fundamental es el momento en que Néstor
Kirchner bajó el cuadro de Videla en el Colegio Militar. Eso a mi me generó un
movimiento interno muy contundente y es algo que nunca hubiera
pensado que me iba a pasar. A partir de ese momento y gracias a todo
lo que vino después ahora el tema está abierto en la sociedad y
eso me dio mucha libertad para poder empezar a pensar en hacer una
obra sobre el tema de la desaparición de mi papá, jugando mucho con
la infancia.
¿Por qué elegiste pararte en ese lugar?
Hay algo del mundo de la infancia que tiene que ver con una pureza,
con una capacidad de percibir todo no desde el intelecto sino desde
lo sensorial. Siempre fue un mundo que me interesó mucho investigar
y esto no es casual, porque cuando se lo llevaron a mi papá yo tenía
3 años, mi hermana tenía 12 y mi hermano 9. Yo había trabajado
mucho tiempo el tema de la infancia y después me di cuenta de que
eran escenas de la obra, que entraban perfecto y que tenían con ver
con sustos, con juegos. Guardapolvos está hecha de todos los
pedacitos, de recuerdos y de anécdotas de la familia acerca de mi
papá, de nuestras búsquedas, de la primera vez que fuimos a ver a
los antropólogos forenses y lo que esto generó en el núcleo
familiar. Porque son vivencias que uno no está acostumbrado a
atravesar en familia y que cuando suceden, tiembla todo. Y la obra
cuenta un poco eso porque yo tenía una necesidad muy grande de
hablar de lo humano y yendo a lo particular.
¿Qué
querías contar?
En
primer lugar quería hablar de mi papá, de que era quién era por
las cosas que pensaba, por la profesión que amaba, por las cosas que
le gustaban. También quería hablar de lo que pasa adentro de una
casa que es atravesada por una desaparición forzada. Me interesaba
entrar en una zona más humana, mostrar que lso desaparecidos eran personas que vivían,
que trabajaban.
¿A
qué se debe la elección de un elenco completamente femenino?
El
proyecto empezó con dos grupos de mujeres que se me acercaron para
hacer una obra, con una semana de diferencia. Entonces empezó un
proceso separado, empezamos a investigar, había un monólogo que yo
había escrito sobre una mujer que busca casi obsesivamente mantener
blancos unos guardapolvos y se va haciendo preguntas. Ese fue el
punto de partida con uno de los grupos. La idea era entrar un poco en
esa lógica de cuando no tenés respuestas, de cuando hay tantos
agujeros y tenes miles de preguntas y buscas en la oscuridad y no
encontrás nada. Como
veía que el trabajo se juntaba uní los dos grupos, decidí
que la obra era esa, terminé de escribirla y en un momento me
pregunté si ponía a mi hermano varón o a mi tío, pero preferí tomar una distancia, me daba miedo que si era todo
tal cual no iba a poder separarme objetivamente a nivel escritura,
así que fue más que nada una precaución.
¿Cómo
se pone en juego la historia familiar cuando se toca un tema que es a
la vez público y privado?
Para
las escenas que tienen que ver directamente con la desaparición hice
un ejercicio donde elegía ciertas palabras que si o si tenían que
estar, como radiografía, que es el pedido que te hacen los
antropólogos forenses, algo muy concreto y a la vez imposible. Ese
fue el trabajo más difícil porque yo no quería hacer una bajada de
línea, no quería perder todo eso que tiene que ver con la
intimidad.
¿Creés
que porque hoy hay justicia está habilitado el espacio para meterse con las
historias más particulares?
Si,
yo no quería hablar sobre la dictadura en general, porque ya hay
gente que lo hace muy bien. En cambio, necesitaba contar una historia
en la que el desaparecido dejara de ser un marciano, un superhéroe o un villano. Quería mostrar que eran seres humanos, que
tomaban el colectivo, que tenían hijos.
Todos los lunes
a las 21 horas en Timbre 4, México3554. Entradas a 40 pesos.
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