En
50 años de carrera, Lito Cruz construyó sus mil facetas teatrales y
demostró que se puede ser actor en todos lados: en las tablas, en la
tele, en la cárcel y en la política.
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Nicole Baler - @nicolebaler | Ph. Ezequiel Sambresqui
En
su escuela de teatro se respira aire tanguero. Columnas y bancos de
colores que transpiran ese espíritu porteño robado de una esquina
de Caminito. Cuando Lito Cruz abre la puerta y saluda vistiendo sus
Ray Ban estilo clásico, de esos por los que muchos se matarían en
una feria de antigüedades, y un piloto largo hasta el piso, es
inevitable ver al tremendo Oscar Nevares Sosa – su último malvado
en la tira televisiva El Elegido – hacer su entrada
triunfal. Pero un rato más tarde, toda esa solemnidad queda atrás,
cuando con tres botones de la camisa abierta y sentado en su oficina
sobre un sillón de barbería antigua, se larga a hablar de teatro,
política, historia y proyectos con una verborragia difícil de
seguir.
Este hombre la tiene clara si de teatro se trata: además de enseñar en la escuela que abrió en 1978 y actuar en obras del circuito comercial como Todos eran mis hijos, también es Director del Consejo del Teatro Independiente de la Provincia de Buenos Aires. Durante el 2011, recorrió las unidades penitenciarias del país llevando obras de teatro a los internos, junto a su mujer, María Dutil. Su oficina es un reflejo de todos esos yo teatrales que conviven en él. En las paredes se amontonan fotos, recortes de diario y afiches que se suman a los libros y cds acomodados en cada rincón disponible, y que forman el mapa de sus 50 años de carrera.
Desde 2009, la Ley Provincial del Teatro Independiente (Nº 14037) establece que el 8,25 por ciento de los premios prescriptos de la Lotería de la Provincia de Buenos Aires sean destinados al presupuesto del consejo que dirige Lito. Esto representa un ingreso de alrededor de tres millones y medio de pesos anuales, al que se suman un millón y medio más que provienen del Instituto Nacional de Teatro. La Ley también contempla que ese presupuesto debe ser repartido en partes iguales entre las quince regiones en las que se divide la provincia. El próximo paso es crear una norma de este estilo para que los que manejen el dinero sean consejos provinciales y no una persona designada por el Estado. “Porque una sola persona no puede ir hasta el fondo de Bahía Blanca, pero alguien a quien se le paga especialmente para eso sí puede hacerlo y trabajar para que la cultura llegue a esos lugares inhóspitos y empiecen a ponerse de pie. Eso se llama federalismo”, explica.
Desde 2009, la Ley Provincial del Teatro Independiente (Nº 14037) establece que el 8,25 por ciento de los premios prescriptos de la Lotería de la Provincia de Buenos Aires sean destinados al presupuesto del consejo que dirige Lito. Esto representa un ingreso de alrededor de tres millones y medio de pesos anuales, al que se suman un millón y medio más que provienen del Instituto Nacional de Teatro. La Ley también contempla que ese presupuesto debe ser repartido en partes iguales entre las quince regiones en las que se divide la provincia. El próximo paso es crear una norma de este estilo para que los que manejen el dinero sean consejos provinciales y no una persona designada por el Estado. “Porque una sola persona no puede ir hasta el fondo de Bahía Blanca, pero alguien a quien se le paga especialmente para eso sí puede hacerlo y trabajar para que la cultura llegue a esos lugares inhóspitos y empiecen a ponerse de pie. Eso se llama federalismo”, explica.
“Antes,
el teatro independiente tenía un sentido que era luchar contra lo
despótico. Hoy no hay un opuesto como lo había en la dictadura.
Ahora hay que aliarse con las provincias y los municipios porque
todos estamos en
una causa común que es hacer crecer realmente a este país. Igual,
nosotros no dependemos de nadie”, asegura Lito, que a los 71 años
sigue apostando a esta disciplina “porque es independiente de las
religiones, de la
política, de la estética, de todo”.
El
año pasado el consejo compró una propiedad en Santa Lucía, un
pueblo de tres mil habitantes cerca de San Pedro, para crear una casa
teatral cultural. “Así lo pensamos hacer en cada región. La droga
y la delincuencia trabajan
en la soledad y en la oscuridad. La gente necesita un espacio para
reunirse. Es para contrarrestar lo que hizo la dictadura militar que
suponía que más de tres personas era confabulación. Tenemos que
luchar contra esa
mentalidad que ha creado el golpe, que dejó grandes marcas y un
miedo internalizado en la gente”, reflexiona.
Los
Ministerios de Educación y Justicia convocaron al Consejo para
incorporarle teatro al ciclo lectivo en las cárceles, que es
obligatorio para los que no terminaron la escuela. Junto a Felipe
Pigna, Norberto Galasso y Pacho O´Donell, eligió quince temas de la
historia argentina del período 1800 – 1853. Cada tema es asignado
a una de las regiones de la provincia donde se selecciona por
concurso un autor y un director que, una vez listo el guión final,
eligen a un grupo de hasta tres actores para interpretarlo. Con estas
obras se cierra el aprendizaje de los hechos históricos en las
cárceles. Para Lito, “el hombre está condenado por alguna razón
y esa condena le disminuye la autoestima”, y este trabajo le
permite que cambie su manera de ver la realidad. “Cuando los presos
reciben la visita de sus hijos, que les preguntan, y ellos saben algo
de historia, entonces también ganan en estima dentro de su familia”.
Desde
el año pasado presenta Sueños de Milongueros, una pieza que
mezcla teatro y tango basada en textos de Alejandro Dolina, Roberto
Fontanarrosa y Jorge Luis Borges, en todas las unidades
penitenciarias federales y, desde el 2012, también lo hará en las
cárceles bonaerenses. Después de cada obra, abre un debate con los
presos acerca de lo que vieron. “Algunos cuentan que por primera
vez, durante una hora, se sienten en libertad porque
ingresan en el mundo de la ficción. Se trasladan a París, a los
tiempos de Gardel", subraya Lito y cuenta: "A partir de
ahí, empecé a trabajar en el misterio del espacio vacío que
es esa posibilidad que da el teatro de hacer un foco de concentración
extraordinario donde la gente ingresa y se transporta a un espacio de
reflexión, a una hora de libertad”.
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