jueves, 10 de mayo de 2012

El deseo de actuar

El Sepelio apuesta a una tercera temporada en La Carbonera.

Txt. Emilia Erbetta | Ph. Ezequiel Sambresqui 


Hay algo de la doble identidad del superhéroe escondido en cada actor o actriz de lo que se conoce como teatro “independiente”. Abogados, docentes, oficinistas que de día le ponen el cuerpo a las obligaciones laborales y de noche trabajan la escena como a una artesanía. Personas que después de jornadas laborales de nueve (o más) horas ensayan hasta la medianoche y usan días de sus vacaciones para salir de gira. Son los que, con su cuerpo y con su tiempo, hacen andar la maquinita que produce la desbordante oferta teatral de la ciudad de Buenos Aires. 

Ese mecanismo es el que trae una nueva temporada de El Sepelio, la obra de la dramaturga y actriz Heidi Steinhardt que se estrenó en 2010 en La Carbonera (Balcarce 998) y que a partir del 13 de mayo (todos los domingos a las 18 horas) vuelve por tercera vez con el mismo elenco para contar la historia de Zulema y sus tres hijos, reunidos en torno a una mesa en un día cualquiera de la vida familiar. “El Sepelio es la historia de un grupo de personas que son familia y no están muy seguras de querer serlo. Son cuatro personajes que sufren y es extraño porque a la vez están sosteniendo esos vínculos a lo largo de mucho tiempo”, explica Heidi por teléfono mientras se ausenta de una reunión. Conmocionada por la muerte de una amiga, Zulema convoca a sus tres hijos para organizar su velorio: así de controladora es. La obra está atravesada por la violencia y el humor, lo que genera una contradicción entre la angustia del maltrato y la risa nerviosa del que se identifica con lo que ve. “Habla de un deber ser heredado por el cual uno no se pregunta si las cosas que hace y las personas con las que está son realmente las cosas que quiere hacer y las personas con las que quiere estar”, remata la directora. 

Un martes a la nochecita, La Carbonera es una gran sala vacía de piso de mosaico. Cristina Maresca, Ariel Mele, Diego Rinaldi y Guido Silvestein se preparan para ensayar. Ella es docente desde hace más de 40 años, Guido es abogado, Ariel es locutor y Diego trabaja en producción teatral. Todos son actores y ese día se van a quedar hasta tarde para poner a punto la obra antes del reestreno. El año pasado giraron por el interior del país, gracias a la incorporación de la obra al catálogo del Instituto Nacional del Teatro. También recibieron a chicos y adolescentes que en muchos casos iban al teatro por primera vez e hicieron funciones privadas con debate. Siempre, aseguran, el vínculo entre Zulema y sus hijos, la relación que en esa escena familiar va sumando temperatura como en una olla a presión, interpeló al público: “A nadie le es indiferente lo que ve. Los espectadores se sienten identificados, se reconocen en alguna parte”, asegura Guido y Diego lo interrumpe para contar que algunas críticas la definieron como un “neogrotesco argentino, atravesado por situaciones que hablan de los argentinos como familia y como sociedad". "Tiene elementos tan nocivos que cualquiera podría preguntarse si es así cómo va a funcionar el mundo”, cierra Guido. 

Esta tercera temporada es ante todo un desafío, una apuesta en la búsqueda por nuevos públicos que no hayan visto la obra. Porque más allá de los ensayos y de la función semanal, el teatro es un trabajo de toda la semana para definir la preventa y los grupos e invitados que van a ir. Y si bien en las obras más “grandes” (leáse teatro comercial, calle Corrientes) también los actores dependen de la taquilla, suele haber una productora que respalda y auspiciantes que bancan. En cambio, en las obras “independientes” (alternativas, off, under, todos estos adjetivos están hoy en crisis) “el actor es el único que termina sufriendo”, sentencia Diego con un gesto dramático. Sabe que exagera, pero quiere dejar en claro un punto: “El actor tiene una cosa más poética y romántica de ‘me enamoro del texto’, que hace que esto funcione. Cuando hablás con actores más comerciales, ves que están más preocupados por todo lo que rodea a la profesión. Yo vengo de un lugar donde el deseo de actuar es lo que prima. El concepto es ‘lo hacemos igual’, no importa si el subsidio llega el año que viene. Y ahí empiezan a surgir un montón de ideas que terminan siendo muchas veces más creativas”.





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