Se reestrenó A
dónde van los corazones rotos, todos los jueves en El Extranjero.
Txt Nicole Baler @nicolebaler
Puede ser una abuela. Quizás una madre. O
alguna tía lejana. Lo que es seguro es que en esa hora de obra, cualquier
espectador va a pensar, aunque sea por unos minutos, “ese personaje está sacado
de mi familia”. A dónde van los corazones
rotos, de Cynthia Edul, esta pieza que se reestrenó en el teatro El Extranjero después de una primera temporada en el Centro Cultural Rojas, cuenta
la historia de una madre y sus tres hijos y su regreso a la playa en la que
veraneaban cuando eran chicos, después de la muerte del padre.
Con una sola escenografía, unos pufs enormes
que simulan ser arena y generan unas ganas incontrolables de zambullirse, el
elenco compuesto por Celina Font, Violeta Urtizberea, Julián Krakov y Mónica
Raiola se reúne en la playa con la excusa de poner a la venta su casa de
veraneo. Con diálogos simples y de rapidísima identificación, se puede ver, con
una dulzura y una crudeza que mantienen un tenso equilibrio, cómo los vínculos
primarios se mantienen intactos a pesar del paso del tiempo.
¿Por qué la elección de
la playa como escenario de esta historia?
El imaginario de la playa estuvo ahí desde el comienzo. Vino
ligado a partir de la lectura de una novela de Césare Pavese, La Playa, en la que se destacaba una
frase muy inquietante: “Nada es más inhabitable que un lugar en el que se ha
sido feliz”. Yo venía trabajando sobre la idea de la escritura y las memorias
personales articuladas en algún tipo de lenguaje que tocara lo performático y
esa novela fue el disparador que terminó de organizar el mundo. Por otro lado, hay un ensayo de Alan
Pauls sobre la playa que terminó de darle sentido al trabajo: la playa como
espacio - pantalla en blanco donde se proyecta la imaginación; la playa como
espacio que guarda el pasado, los restos, la arena como resto, la playa como
espacio de lo ancestral común.
La idea del trabajo era recorrer una zona de la memoria. El
padre ya no está y se reencuentran en ese lugar que ahora va a resignificar
todos los vínculos. ¿Quiénes son? Se preguntan. ¿Se conocen? ¿Quién es el otro
ahora que ese que nos daba sentido a todos ya no está? En ese contexto emergen
entonces el pasado y los recuerdos como evocados por la misma y simple arena.
Al ver la obra se genera una clara identificación del público con los
personajes de esa familia, cada uno puede recordar a alguien distinto pero da
la sensación de que toda familia cuenta con integrantes así, ¿fue una
búsqueda intencional a la hora de armar el guión y los personajes?
La intención de la escritura, de la puesta y de la actuación era poder tocar con lo real propio. Con lo real en los términos más rigurosos de lo real: eso que está ahí, pero que no se puede nombrar con el lenguaje. Es decir, lo intangible que se resiste a la representación. Y en ese sentido creo que si uno es riguroso con ese trabajo y se esfuerza en ir hacia lo real, inmediatamente se refleja en algo del otro, porque hay algo que es compartido, que es universal y lo diferente en lo particular de cada uno.
La intención de la escritura, de la puesta y de la actuación era poder tocar con lo real propio. Con lo real en los términos más rigurosos de lo real: eso que está ahí, pero que no se puede nombrar con el lenguaje. Es decir, lo intangible que se resiste a la representación. Y en ese sentido creo que si uno es riguroso con ese trabajo y se esfuerza en ir hacia lo real, inmediatamente se refleja en algo del otro, porque hay algo que es compartido, que es universal y lo diferente en lo particular de cada uno.
¿Cómo surgió la idea de esta obra y cómo fue el proceso hasta
su estreno?
La idea surgió mientras cursaba la carrera de dramaturgia en
la Escuela Metropolitana de Arte Dramático, en el taller de Mauricio Kartún.
Surgió como continuidad de un trabajo sobre el universo de lo familiar propio que
yo ya venía haciendo desde Miami y
luego en la escritura de mi novela La
sucesión. Con la intención de trabajar más profundamente en estos temas que
se me articulaban en la escritura. El proceso de ensayos fue magnífico, con un
grupo de actores excepcionales que le aportaban todo al material, su lenguaje,
su lectura, sus imágenes y reflexiones.
¿Hay alguna modificación entre la versión que se estrenó en el
CC Rojas y la que se puede ir a ver ahora en El Extranjero?
Sí. El espacio del Rojas era la sala Cancha, que tenía un
fondo inmenso en el que armamos montañas enormes de puffs que daban una
perspectiva y un misterio muy grande al trabajo. En El Extranjero tuvimos que
cambiar y dar esa amplitud de la playa en el trabajo con lo ancho. Pero al
mismo tiempo, la Cancha es blanca y celeste y El Extranjero es todo negro, por
eso recorta mucho más el espacio y los detalles. Entonces también nos sumó en
esa calidad pictórica. Lo mismo pasó con la luz. En este espacio la luz recorta
todo con mucha mayor nitidez, lo que permite crear climas muy particulares.
Jueves a las 20.
Teatro El Extranjero, Valentín Gómez 3378. $50 entrada general, $35 para
estudiantes y jubilados con acreditación. Sigue hasta el 6 de octubre.
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