Íntimos, una creación de Proyecto Híbridos, no es una obra de teatro, sino una experiencia performática en que se
quiebra el dispositivo teatral convencional para permitir la emergencia de otro
aun más novedoso. La idea es ésta: el público entra a la sala, un cartel con su
nombre pegado en el pecho, se sienta en una ronda de sillas. Un actor
(claramente, un actor) empieza a hablar y se presenta como coordinador de una
terapia grupal. A partir de entonces el espectador ya no podrá reconocer si las
personas que intervienen una tras otra son actores u otros integrantes del
público como él mismo. La consigna está
clara desde el principio: cualquiera puede participar, la palabra es
bienvenida. Y entonces surge la confusión y el interrogante: ¿el qué habla a mi
lado es un actor o un espectador?, ¿cuál es su motivación para tomar la
palabra?, ¿habla desde su inocencia o
desde un guión?, ¿cuál es la posición objetiva de esta persona que sostiene su
manifestación subjetiva? La pieza teatral juega de esta manera con los límites
entre la ficción y la realidad, inmersos en una fantasía cuasi-paranoica en que
nadie puede evitar sentirse en un grupo infiltrado ¿Quién será el “topo” entre
los presentes? Existen claros indicios que señalan a algunos participantes,
notoriamente caracterizados y elocuentemente guionados, como actores. Pero
sobre el final de la obra, cuando las cartas se colocan sobre la mesa, se
comprueba que las sospechas no eran siempre justificadas.
Manteniendo
la confusión y sospecha como contexto, se suceden ante los ojos de los espectadores
(los verdaderos y los falsos, aunque llegado a un punto la pregunta por la
autenticidad se disuelve para estresar el hecho de que la palabra es siempre un
acto performativo) tramas espontáneas e improvisadas, situaciones insólitas e
inesperadas, y la exposición de conflictos emocionales que oscilan entre la
risa incrédula y el silencio de estupor y conmoción. Las
convenciones del teatro están radicalmente alteradas en este proyecto. Se parte
del quiebre inicial de un contrato con el público que sitúa a los actores en un
otro lado. La revolución que opera Proyecto Híbridos es similar a aquella revolución que separa a
la psicología pre-freudiana del análisis freudiano: de un público que se conoce
a sí mismo, se reconoce, puede enunciar un “nosotros”, pasamos a un público
desconocedor, imposibilitado de señalar sus límites, envuelto en una escena de
la que no puede desprenderse ni siquiera voluntariamente.
La
incertidumbre genera este interrogante: ¿cuál es la medida de la participación
justa, razonable y aceptada de un espectador en esta pieza?. Cada uno que se
atreva a abrir la boca en el transcurso (variable) de la sesión tiene derecho a
preguntarse “¿no estaré yendo demasiado lejos, asomando demasiado la cabeza,
poniéndome en off side?” Al no conocer quiénes son los pares, los iguales, es
imposible tener una medida de la propia conducta (arribando al corolario con el
que empieza Karl Marx su capítulo dedicado al intercambio, según el cual una
mercancía reconoce su valor reflejándose en otra mercancía de la misma manera
en que un persona reconoce la medida de su humanidad en otra persona).
Los
guiones que fundan los relatos de cada personaje, los nudos básicos en los que
se posiciona cada uno para desplegar una historia (sobre la que los imponderables
de la dinámica grupal dictarán su destino final) han sido encomendados a siete
escritores. Posteriormente han sido presentados a los actores y distribuidos
los roles entre todos. Pero
hay más que el guión actoral. Antes de ingresar a la sala, a los espectadores
se les entrega una consigna, una propuesta para que desarrollen una acción o
conducta durante la obra. Por ejemplo, “tenés un tic nervioso”, “no podés parar
de seducir” o “te hiciste cirugías estéticas”. Cuando estas sugerencias dan con
personas atrevidas o al menos desinhibidas, se refuerza aun más el efecto
performativo entre los mortales espectadores. Esto último termina volviendo a la cita un experimento
del laboratorio de psicología social antes que una mera puesta en escena
teatral.
Domingos a las 19.30 en el teatro Vera Vera, Vera 108.
Domingos a las 19.30 en el teatro Vera Vera, Vera 108.
Ficha Técnica
Idea y Dirección | Bárbara Echevarría
Coordinación de actores | Diana Darú
Coordinación de escritores | Sol Echevarría
Fotografía | Fernando Servente - Jaime Ospina
Diseño Gráfico | forbetterdays
Intérpretes | Natalia Carmen Casielles, Manuel Iglesia, Vanina Klapproth, Fernando Ariel Lopez, Vera Rodriguez, Mercedes Rubini, Jesús Villegas, Rubén Sabadini.
Escritores | Bruno Petroni, Christian Broemmel, Enzo Maqueira, Esteban Castromán, Julieta Lerman, Natalia Fortuny, Vanina Colagiovanni.
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